“A veces es necesario que algo se quiebre para que algo nuevo pueda surgir”
Muy queridos Hermanos y Colaboradores: Nos encontramos de nuevo en este “tiempo especial” de Cuaresma-Pascua-Pentecostés 2020. Una Cuarentena en la que viviremos con Jesús una Semana Santa diferente… rumbo a los cincuenta días de vida renovada en la Pascua de Resurrección profundamente anhelada… y reunidos con la Virgen María como los Discípulos de Jesús en Pentecostés, pidiendo que el Espíritu Santo venga a nosotros y con todos y nos de consuelo, descanso en la fatiga, brisa en horas de fuego, consuelo en el llanto…, que fecunde nuestros esfuerzos, lave lo que está infectado, riegue lo que está seco, sane lo que está enfermo o herido, doblegue la soberbia, caliente lo que está frío, enderece lo que está torcido o desviado…, que garantice el trabajo y el ingreso necesario y suficiente, que estabilice nuestra economía y renueve nuestros mercados en una distribución más justa de lo que es de todos; que levante a los pobres y nos haga más solidarios; que tengamos qué comer, un techo donde protegernos y una mano que nos reciba donde lleguemos en vez de un puño que nos lastime o una bala que nos mate…; que nos devuelva la confianza y derribe la envidia, la violencia y los muros que nos dividen; que se garantice el derecho a nacer y vivir dignamente; que los niños tengan pan, jabón y escuela, los jóvenes rían, los adultos compartan y convivan y las personas mayores sueñen; que hombres y mujeres nos tratemos con respeto y ternura poniendo en común que somos iguales, diferentes y complementarios; que dé descanso a los difuntos y llene de gratitud a las familias…, que la naturaleza respire y cante y podamos viajar, admirarla, gozarla y sentirnos en ella como nuestra “casa común” cuidándola con cariño y viviendo con sencillez, austeridad y humildad; que nos conceda la paz…, y a todos nos permita vivir con fe y alegría con miras de Vida Eterna, como seres humanos más hermanos, hijos del mismo Padre lleno de Amor, Bondad y Misericordia.
En esta tarde, Cristo del Calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero, al verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
Gabriela Mistral, poetisa chilena
¿Cómo quejarme de mis pies cansados, cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías, cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada, estar aquí, junto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave santa de tu santa puerta”.
Hoy respiramos de nuevo y agradecemos la fidelidad del Señor al despertar y su misericordia al irnos a descansar… Escuchamos en nuestra mente y corazón, la Palabra de Jesús que quita nuestros miedos y nos da confianza y valentía como nos recordó el Papa Francisco estos días, con la certeza de que Jesús va con nosotros en la barca del mundo y no está dormido… Los pájaros cantan, el cielo está más despejando, la primavera gana terreno y el amor nos calienta y anima. Aunque no podamos pisar las calles vacías, podemos mirarnos, mandarnos saludos, besos y abrazos a distancia esperando pronto la proximidad de vivir más prójimos. Aceptamos aislarnos hoy para que cuando nos juntemos no falte nadie. Amar es cuidar, cuidarme, cuidarte, cuidarnos, dejarnos cuidar… así de simple, así de sencillo… darnos seguridad en Comunidad… teniendo la meta de amar y servir más y mejor.
Vivimos un Vía Crucis real, no representado en una plataforma a la entrada de las Iglesias y ensayada semanas atrás o en los pueblos de misión… donde Jesús sale peregrino a Hospitales y clínicas a llevar salud, consuelo y esperanza a los samaritanos infectados… y donde también siente la impotencia, fracaso y muerte como la viuda por su único hijo muerto.
Y Jesús está en las personas sencillas que limpiando, cocinando, trasladando alimentos, atendiendo una tienda, o acompañando a un enfermo arriesgan su salud para que otros tengan vida, ayudando a los demás a vivir la cuarentena.
Y está presente en el desempleado, el que tiene su negocio cerrado, en el que si no trabaja se muere aún sin estar contagiado, en el gasta sus ahorros o fue despedido, en el que no recupera lo que invirtió para las vacaciones… en el que preferiría estar muerto ante el futuro que presiente…
Y está en las casas mientras los Templos se cierran, y se hace presente en la Comunidad eclesial de manera virtual al seguir visitando las casas y entrando por los ojos… Y se hace presente con quienes viven aislados, abandonados o con miedo y en quienes a la distancia se hacen presentes y solidarios.
Y también en los que vigilan y cuidan las calles sin poderse quedar en la casa con los suyos. Y en los que conservamos la salud y nos “guardamos” para que en cuando podamos salgamos a dar color y calor a este mundo nuevo y diferente, fruto una Pascua renovada. Pasar del contagio a la salud, del encierro y encarcelamiento del Huerto de los Olivos y la cárcel del Sanedrín… ante la indiferencia de los “nuevos Poncio Pilatos” que se lavan las manos (y no precisamente para combatir el virus)… pasando por la Cruz y la oscuridad de inocentes condenados, cuarentenas en casa, o en hospitales o funerarias… a estar de nuevo presentes en el jardín y la playa, comiendo con los amigos al estilo de Jesús Resucitado con sus Discípulos y cantando “Aleluya”. Terminó la pesadilla y el sol brilla con más intensidad ante una creación armonizada y equilibrada. Grandes cosas son posibles para quien tiene fe.
Es un “viacrucis” vivido en la humanidad encarnada del Hijo de Dios… que se hace “vialucis” desde la dimensión espiritual y trascendente del don del Espíritu Santo. Junto con María Madre de aislados, encarcelados, desamparados, de los moribundos en la hora de su muerte… Madre de Consuelo y Misericordia… Madre alegre y fiel asunta al Cielo.
Este momento de Cuaresma-Pascua-Pentecostés, es una oportunidad de “Acordarnos que vivimos en la Santa presencia de Dios… y permanecer unidos “en Él y con Él”, intensificando nuestra oración y en lo posible nuestra vida sacramental. Es tiempo de reconciliación con Dios y con los hermanos. Es tiempo de estar en casa con los Hermanos o la Familia, intensificando y reforzando nuestras relaciones fraternas e interpersonales. Es tiempo de convertir nuestro forzoso aislamiento en solidaridad con los más cercanos y con el mundo. Es tiempo de vivir la Esperanza y contagiarla. Es tiempo de consolar y animar a los que la están pasando mal. Es tiempo de recrear el carisma y seguir creyendo que ser Hermano y Colaborador Lasallista vale la pena y la entrega de la vida. Es tiempo de enseñar a nuestros alumnos y aprender de ellos, a través de plataformas educativas y hacernos cercanos en la distancia. Es tiempo de trabajar en red con nuestros maestros y contagiarnos mutuamente de buen ánimo. Es tiempo de acompañar y tranquilizar a los estudiantes y sus familias, Maestros, Administrativos y Personal ante la angustia del pago de colegiaturas, la seguridad de sus salarios y a la vez salir a flote todos y que la Institución educativa tenga futuro. Es tiempo de comunicarnos de otro modo y llenar las redes sociales de mensajes de solidaridad, esperanza y de alegría. Es tiempo de responsabilidad y de incrementar nuestra conciencia social. Es tiempo de compartir propuestas creativas para ayudar a otros. Es tiempo de… Dios.
Dejar de evadirnos y empezar a servir; dejar de pedir y comenzar a dar; dejar de quejarse y reclamar y comenzar a agradecer y proponer; dejar de sufrir y empezar a vivir con la felicidad y la fortaleza de la fe en comunidad.
“Unidad en lo esencial, libertad en lo accidental, caridad en todo”. “Arriba de las nubes, siempre brilla el sol”. “Cuando la vida es dulce, se agradece y se celebra. Cuando la vida es amarga se agradece y se aprende”. “A veces es necesario que algo se quiebre para que algo nuevo pueda surgir”.
Muy feliz Pascua de Resurrección y feliz despertar en un Domingo nuevo que marca la historia y la eternidad de nuestra generación humana.
Muy fuerte abrazo y seguimos unidos en oración unos por otros y por todos.
Dios nos bendice, la Virgen María nos acompaña, San José nos protege, San Juan Bautista de La Salle y quienes nos han precedido nos sonríen y alientan.
INDIVISA MANENT… “Permanecemos unidos para amanecer juntos”.