Encuentro Regional de Hermanos Jóvenes “El Hermano Joven en las Fronteras y las Periferias”
Domingo 23 de Abril, 30 Hermanos de la RELAL, entre los 30 y los 45 años, nos reuníamos en la ciudad de Belem, en Brasil, para participar de un Encuentro Regional. Tras pasar la noche en la Casa de Retiros “Santa Rosa”, al día siguiente al mediodía partimos con destino a Zé Doca, una población a unos 400 Km de distancia, donde se llevaría a cabo el encuentro.
Llegando a Zé Doca, nos instalamos en el Centro Diocesano y nos preparamos para vivir una experiencia de 5 días reflexionando sobre las fronteras y las periferias, de acuerdo al mensaje del Papa Francisco. Y las primeras fronteras empezaron a manifestarse: Estar en un país donde desconoces el idioma, por muy similar que pueda ser este al español, en un lugar alejado de las comodidades que normalmente uno disfrutaría en su lugar de origen (¡sobrevivimos sin internet una semana!) te lleva a salir de tu zona de confort.
Martes y miércoles tuvimos un primer acercamiento al tema de la frontera y la periferia de la mano del Hno. Francisco Costa, Marista, quien nos ayudó a pensar en el verdadero sentido de la frontera y la periferia. Podemos considerar que “ir a las fronteras” es buscar lugares pobres, alejados de las grandes urbes, posiblemente incluso en las fronteras geográficas de nuestros países. Y aunque esto es cierto, y es una parte importante del desafío que nos hace la Iglesia, a veces el cruzar las fronteras geográficas es lo más sencillo. La frontera es “lugar de innovación”, donde las circunstancias me obligan a salir del “siempre se ha hecho así” para así encontrar formas creativas de llevar el anuncio del evangelio a los pobres y los vulnerables. No podemos caer en el gran error de querer ir a las fronteras a “evangelizar”, entendiendo esto como enseñar al otro cómo se debe vivir el evangelio. Debemos tener el corazón abierto para presentar a “mi Dios” con “su Dios” y así poder juntos ir a la búsqueda del verdadero rostro divino. La frontera y la periferia es la tensión entre conocido y lo desconocido, entre “lo mío” y “lo tuyo”.
Y en esta tensión debemos ser conscientes de que la periferia y la frontera muchas veces nos llevarán al Desierto: lugar de soledad, de aridez, de ausencia… pero también de encuentro cara a cara con el Dios de la vida. Vivimos en un mundo donde parece que ha encarnado el espíritu de Caín: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Un mundo donde también la indiferencia se ha globalizado y nos volvemos insensibles al clamor de tantos hombres que sufren por la pobreza, la migración, la guerra… Ante este escenario, se nos proponían dos iconos bíblicos:
- Las bodas de Caná: Llenar las tinajas “hasta el borde”, dar todo, entregarse completamente.
- La samaritana: Ante una llamada concreta (“dame de beber”) un servicio concreto (la samaritana tomó agua de su cántaro y le dio de beber a Jesús).
Jesús supo amar con un corazón de carne, supo que la alegría del Evangelio solo podía anunciarse de forma concreta, tierna y humilde. Es por ello que yo no puedo ir a las fronteras sin ser capaz de amar profundamente a los demás. No es darse baños de pobreza ni caer en un pragmatismo misionero que, so pretexto de ayudar a “los lejanos” me haga alejarme de quien está a mi lado… tal vez incluso en mi misma comunidad. A veces las fronteras más difíciles de cruzar son las que yo mismo me impongo para alejarme de quien está junto a mí.
Tras día y medio de reflexión, nos dividimos en dos equipos para pasar una tarde y una mañana en dos poblaciones: Zé Doca y Presidente Médici. En ambas comunidades el objetivo fue entrar en contacto con la realidad: Visitamos escuelas animadas por los Hermanos (en el caso de Presidente Medici no hay una comunidad pero la escuela es asesorada por los Hermanos), convivimos con la gente en nuestro escaso portuñol, participamos de la celebración eucarística con la comunidad. Esta experiencia nos permitió ver una opción de trabajo en frontera y entrar en contacto con la alegría que da el poder compartir la vida y el evangelio con los demás.
Tras regresar al centro diocesano y compartir nuestras experiencias, el Hno. Paulo Dullius nos ayudó a aterrizar lo vivido al hablar de cómo crear comunidades sustentables. No nos referimos sólo al aspecto económico (que es importante), si no a la creación de comunidades que sean verdadero testimonio evangélico en el lugar donde están insertas, a ejemplo de la primera comunidad de Jesús y los 12. Cerramos el espacio compartiendo la importancia de nuestra vida comunitaria como testimonio de vida y sustento de nuestra misión.
Con estas reflexiones finales llegó el momento de hacer maletas y regresar a Belem, donde cada uno abordaría sus vuelos de regreso a sus Distritos de origen, con el compromiso de buscar las fronteras y las periferias concretas que nos llaman a cada uno, de estar atentos a las voces que llaman y nos piden una respuesta.
Mtro. Rodrigo Alvarado García, fsc